Sólo nuestro Dios, Jesucristo puede darnos el amor incondicional. Él nos ama sin pedir nada a cambio. Sufrió, se enfrentó a la tortura y sacrificó su vida por nosotros, soportó el dolor extremo y murió por nosotros. Él vino a esta tierra para borrar la brecha que se había creado entre Dios y nosotros.
Qué pésima y mala suerte sería ignorarle a él y a lo que ha hecho, si todavía nos negamos a aceptarlo como nuestro Señor y Salvador. Hoy es el día cuando debemos entregar nuestras vidas a Cristo y pedirle el perdón verdadero.